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Enero de 1989, a seis meses de que el LEP (Large
Electron Positron Machine), el mayor colisionador circular de electrones
y positrones, e+ e-,
jamás construido, comience a funcionar. El acelerador se
encuentra en el Laboratorio Europeo de Física de Partículas,
CERN, en Ginebra. Está situado a una profundidad media de
90 m. y su circunferencia es de 27 km.
Las aniquilaciones e+ e-
constituyen un marco ideal para realizar experimentos de altas energías,
ya que todo lo que se observa en los detectores es producto de las
colisiones de partículas aceleradas, en este caso el electrón,
y su antipartícula, el positrón. La suma de partículas
que cada haz transporta se transforma, a través de la interacción
electrón-positrón, en todos aquellos estados de materia
que la naturaleza permite en este umbral energético (E=mc2).
El acelerador LEP se ha construido al límite de su tecnología
y muy posiblemente será el último acelerador circular
e+ e- que se
construya.
Con el objeto de superar las energías proyectadas
en el LEP, hasta unos 100 GeV por haz, es necesario otro tipo de
acelerador, en vista de la inviabilidad del precio y la imposibilidad
de aumentar indefinidamente la circunferencia de las órbitas
que los haces recorren. A diferencia de los aceleradores e+
e-, en los colisionadores hadrónicos
las partículas que se aceleran, hadrones en general, están
compuestas de otras más elementales, los quarks y los gluones,
que son las que interaccionan. Esto condiciona la interpretación
experimental de los sucesos y la hace mucho más complicada
que en el caso e+ e-.
Por otro lado, el proceso que limita el aumento de la energía
del LEP por encima del centenar de GeV por haz es minúsculo
en estas máquinas. Por ejemplo, en el caso de protones es
1013 veces menor.
Por eso ya se empieza a pensar en los próximos aceleradores
como aceleradores hadrónicos. En concreto en el CERN en estos
momentos se planifica la construcción del LHC (Large Hadron
Collider) que, aprovechando el mismo túnel que el LEP, podrá
alcanzar una energía por haz de 7 TeV.
Respecto a las cuestiones de física de partículas
que se plantean afrontar y eventualmente resolver, en el caso del
LEP giran en torno a la estructura del denominado modelo estándar
de las relaciones electrodébiles y fuertes, las interacciones
que principalmente sienten los leptones y los quarks. ¿Continuará
siendo el modelo estándar válido a las distancias
que penetrará el LEP? ¿Existe el bosón de Higgs?
¿Habrá tres generaciones de quarks y leptones? ¿Por
qué? ¿Cuántos neutrinos ligeros existen? ¿Llegaremos
a entender por qué las masas de las partículas son
las que son? Éstas, entre otras, son las preguntas que se
espera que el LEP aclare.
En una primera fase el LEP tendrá una energía
nominal de funcionamiento de unos 45 GeV por haz, suficiente para
producir el tan deseado bosón Zē y así poder medir
todas sus propiedades de producción y desintegración,
con fuertes implicaciones en la comprensión del modelo estándar.
Abarcará el periodo 1989-1995 y se espera recoger unos cuantos
millones de Zē por experimento, se pretende realizar medidas de
muy alta precisión. En la segunda fase se aumentará
la energía de LEP hasta el máximo, unos 100 GeV por
haz. Si todo sale como está previsto, eso tendrá que
ocurrir entre los años 1996-2000. En este caso se podrá
observar por primera vez la producción doble de bosones W±
mediante el acoplamiento triple de los bosones débiles. El
número de sucesos que en este caso se podrán recoger
será bastante menor al de la primera fase, de unas cuantas
decenas de miles de sucesos. En ambos casos se buscará el
bosón de Higgs (H) y cualquier posible indicio de nueva física,
es decir, que no pueda ser explicado por el modelo estándar
a través de un análisis riguroso de los datos. Las
dimensiones del universo microscópico que este acelerador
permitirá explorar son de cerca de 10-18
m.
En estos momentos, la actividad en los experimentos
es frenética, ya que la hora de la verdad se acerca. La comunidad
de físicos que se ha comprometido a construir cada detector
ha realizado durante muchos años pruebas de viabilidad en
las que, partiendo de un diseño original, han acabado perfilando
y finalmente construyendo las partes comprometidas en la colaboración.
Las preguntas ahora son: ¿funcionará el detector en
su globalidad?, la información de cada una de las partes,
compuesta por millones de canales, ¿cumplirá los protocolos
planificados para que se puedan reconstruir los sucesos?, es más
¿funcionará el protocolo? Cada 22 milisegundos el
LEP proporcionará un cruce de haces, pero no todos los cruzamientos
originarán una interacción. Es más, la presente
tecnología tiene un ancho de banda que, dadas las dimensiones
medias que tendrán los acontecimientos, limita su escritura
en disco a unos 10 Hz. El sistema de trigger se encarga de
utilizar la selección de datos en tiempo real de manera que
la frecuencia inicial de cruce, unos 45 KHz, se reduzca a la frecuencia
permitida de adquisición de datos. Los requisitos de este
sistema están claros, ningún acontecimiento potencialmente
interesante se debería perder, aunque el tiempo empleado
para tomar las decisiones significa una pérdida de un 5%
de cruces. De los sucesos escritos en banda sólo un porcentaje
muy pequeño contiene física relevante. El arte de
encontrar y extraer estos acontecimientos importantes constituye
el análisis de datos. Este proceso depende de la iniciativa
individual de los físicos y puede y de hecho suele
durar unos cuantos años.
A pesar de que la tecnología utilizada en
los detectores es complicada y normalmente está al límite
del conocimiento, el principio de detección es simple y estamos
acostumbrados a él en nuestra vida cotidiana más de
lo que parece. Por ejemplo, el acelerador Sol, mediante mecanismos
todavía no muy bien entendidos en el mundo subatómico,
produce fotones, neutrinos, núcleos y muchas otras partículas,
algunas de vida muy efímera. En particular los fotones cuando
llegan a la Tierra inciden sobre los objetos y después sobre
nuestros ojos. Los detectores, ojos, cuando captan los fotones
producen una serie de reacciones que nuestro cerebro ha aprendido
a procesar y, como resultado, acabamos conociendo la forma y color,
entre otras propiedades, de estos objetos. Así, imitando
la naturaleza, funcionan los físicos de partículas.
En términos generales los detectores LEP están
organizados en capas concéntricas de simetría cilíndrica
respecto a los haces del acelerador con los que cubre todo un espacio
alrededor del punto de interacción (4 p).
Las dimensiones típicas son unos 10 m de altura y unas 3.500
toneladas de peso. Cada capa está especializada en un sistema
de detección. Cuando las partículas producidas en
la interacción atraviesen las capas lo que de hecho hacen
es interaccionar con el medio o material que las compone. Debido
a esta interacción y mediante ciertos principios de operación,
el proceso acaba convirtiéndose en una señal eléctrica
que se registra y que contiene la información que se trasmite
y se escribe en el disco. Las dificultades técnicas que se
derivan de este proceso se deben a la sofisticación de los
principios físicos que se aplican para originar las señales,
la amplitud tan pequeña de éstas respecto al ruido
normal de operación de la electrónica asociada, además
de la gran velocidad y sincronización necesarias para procesar
rápidamente millones de canales.
De dentro hacia fuera la primera capa se denomina
detector de vértice. Este detector está compuesto
por detectores semiconductores de silicio de gran precisión,
capaces de reconstruir el impacto de una partícula cargada
con un error de unos 10 mm. Su misión es reconstruir vértices
diferentes al del punto de interacción, donde las partículas,
de vidas medias cercanas a 10-12
segundos se desintegran en otras. Estas partículas, aunque
tienen una existencia corta, se pueden observar porque viajan a
velocidades próximas a la de la luz y por eso acaban recorriendo
distancias próximas al milímetro que estos detectores
ya pueden reconstruir.
La segunda capa se suele denominar detector de
trazas, ya que mediante diversas técnicas es capaz de
seguir las trayectorias de todas las partículas cargadas
con una precisión de cerca de un centenar de micras durante
los recorridos de 1 m aproximadamente. Así se consigue reconstruir
la trayectoria de las partículas que, como están bajo
la acción de un campo magnético próximo al
tesla, están curvadas, y gracias a eso, también pueden
medir su momento.
En la tercera etapa comienza la calorimetría
y el primer calorímetro es el electromagnético.
Su objetivo es reconstruir las energías de los fotones y
electrones que, cuando pierden toda su energía, acaban atrapados.
El uso de estos detectores requiere que las capas más internas
sean de materiales o medios extremadamente ligeros para no degradar
las energías iniciales.
La cuarta capa comprende el calorímetro
hadrónico y su función principal es la de reconstruir
las energías de todas las partículas que llegan, generalmente
hadrones. Contrariamente a las primeras capas está formada
por materiales muy pesados con la finalidad de absorber y atrapar
todas las partículas que lleguen. Sólo los muones
tienen un poder de penetración que la supera.
La tercera etapa es la que forman las cámaras de muones,
a veces también insertadas entre el calorímetro hadrónico.
Estas cámaras detectan el paso de cualquier partícula
cargada, pero, dado que sólo les llegan muones, sirven para
identificarlos en el suceso.
La estrategia y disposición de estas capas,
junto con los materiales y técnicas aplicadas para conseguir
los pasos descritos anteriormente, son las que definen cada detector,
cuya comunidad de físicos decide dónde poner énfasis
o especializarse. En el caso del LEP, cuatro colaboraciones distintas
explotan sus resultados. Estas son Aleph, Delphi, L3 y Opal. Todas
ellas cumplen el esquema descrito pero con particularidades muy
específicas que justifican su construcción. Algunos
con técnicas de detección más vanguardistas
en la detección de trazas, Aleph y Delphi, o en calorimetría
y muones, L3, o más convencionales respecto a técnicas
ya más establecidas, Opal, o con un gran poder para identificar
partículas, Delphi. El conjunto de las características
de los detectores constituye la apuesta de cada colaboración
y define el potencial de análisis de cada uno de ellos.
En el verano de 1989 el LEP comienza a funcionar
y consigue sus primeras colisiones. En el otoño de 1989 se
realizan las primeras medidas, con sus centenares de sucesos, de
los parámetros del modelo estándar. No aparece ninguna
sorpresa en escena. En los años sucesivos y hasta el 2000,
contando con millones de sucesos, se profundiza en estos estudios
hasta precisiones nunca conseguidas. A principios de los 90 nos
encontramos que uno de los protocolos del programa inventados y
desarrollados en el CERN, utilizado para comunicarse e intercambiarse
información, parece tener buenas utilidades en Internet y
su uso comienza a extenderse en la sociedad. Lleva el nombre de
web. Mientras tanto el número de neutrinos ligeros se ha
establecido finalmente en tres. Las propiedades de los bosones Zē
y W±
son examinadas con precisiones muy altas. El gluón deja de
ser un concepto cualitativo e incierto y su presencia se cuantifica
como nunca se había hecho antes. El modelo estándar
se ratifica mediante muchos e imaginativos tests que en algunos
casos llegan a precisiones de tantos por mil. Se excluye cualquier
teoría alternativa al modelo estándar en la región
de energías cubierta por el LEP. Se establece la dependencia
de las constantes de acoplamiento y masas de las partículas
con la escala energética. Se limita la existencia del quark
top a un rango de masas de acuerdo con su posterior observación
directa en el Tevatrón (Fermilab, Chicago). Ya se puede decir
que hay tres generaciones de quarks, si bien no entendemos por qué
el tres es tan mágico. Sólo el escurridizo bosón
de Higgs, tan importante para entender la generación de masas
de partículas y cuya existencia es necesaria para acabar
de entender el modelo estándar, parece escapar a la observación.
Ahora mismo, los estudios más recientes del LEP parecen localizar
el bosón de Higgs sobre los 115 GeV pero el hecho no está
totalmente confirmado por todos los detectores y el LEP ya no ha
podido aumentar más su energía, que ha forzado hasta
los 209 GeV. Su descubrimiento potencial, o el de otras partículas,
si no se confirma en el LEP, queda para otra aventura más
grande todavía, puede ser el Tevatrón en Fermilab,
o tal vez el LHC en el CERN, pero ésta es otra historia.
Actualmente el IFIC (Instituto de Física Corpuscular),
centro mixto de la Universidad de Valencia y el CSIC, colabora con
el detector Delphi del LEP, donde ha construido totalmente los detectores
TOF, que miden el tiempo de vuelo de las partículas, y parcialmente
el calorímetro electromagnético, llamado FEMC. El
IFIC participa también en el diseño y construcción
del detector Atlas, uno de los futuros detectores del LHC. Concretamente
está involucrado en el detector de trazas de silicio, llamado
SCT, y en el calorímetro hadrónico, TILECAL.
Figura
1 - Figura
2 - Figura
3 - Figura
4 - Figura
5
María
José Costa Mezquita y Joan A. Fuster Verdú
IFIC, centro mixto CSIC-Universitat de València
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