Laplace y Napoleón.
Se cuenta que cuando Pierre Simon Laplace (1749-1827) presentó a Napoleón su libro “Traité de Mécanique céleste”, éste -que había sido alumno suyo en la Escuela Militar- amigo de preguntas embarazosas, le comentó: “Habéis escrito un libro sobre el sistema del Universo, sin haber mencionado ni una sola vez a su Creador”. A lo que el autor contestó: “No he necesitado esa hipótesis, Sire”. La respuesta de Laplace hacía hincapié en el hecho de que 100 años antes, cuando Newton interpretó el funcionamiento del sistema solar utilizando su ley de la gravitación, no fue capaz de explicar ciertas irregularidades que deberían aparecer en algunas órbitas planetarias. Newton hacía entonces intervenir a Dios para corregir dichas anomalías y que el sistema siguiera siendo estable. Cuando le contaron a Lagrange este episodio, exclamó: ¡Ah, pero es una bella hipótesis, eso explica muchas cosas!
Mencionemos también que Laplace llegó a ser ministro del interior con Napoleón aunque sólo durante un mes, siendo rápidamente sustituido por Luciano Bonaparte. Recibió la Legión de Honor de manos del emperador en 1805, así como el título de Conde del Imperio en 1806, abandonando definitivamente sus principios republicanos. Cuando Bonaparte era victorioso, le dedica el tercer volumen de la Mécanique céleste donde le elogia como “el pacificador de Europa”. Sin embargo, tras la caída del emperador vota en el Senado a favor de su primer destierro a la isla de Elba, pasándose a las filas borbónicas. Entre otros honores, fue nombrado Marqués recibiendo en 1817 de nuevo la gran cruz de la Legión de Honor, esta vez de Luis XVIII. A pesar de la mezquindad de su carácter, la enorme amplitud y profundidad de sus aportaciones científicas no deben olvidarse al juzgarlo.