EN DEFENSA DEL LENGUAJE

(EL ADELANTO, Salamanca, 23-Noviembre-1977)

José A. de Azcárraga

Desde hace algunos años es patente el deterioro que está sufriendo el castellano escrito y hablado. El empobrecimiento de un idioma -de cualquier idioma- es un fenómeno que trasciende el ámbito puramente lingüístico. Y lo más lamentable es que ese empobrecimiento y mal uso está siendo propiciado por los medios de comunicación (prensa, radio y TV) ante una indiferencia casi general. En algunos casos, las incorrecciones lingüísticas son el resultado de un conocimiento deficiente, inadmisible en esos medios, del castellano. Así, por ejemplo, no es difícil oír (o leer) `inflacción' en lugar de inflación; desapercibido cuando debiera decirse inadvertido; `preveer' y `preveyó' en lugar de prever y previó; enervar (debilitar) cuando se quiso decir excitar; muchedumbre abigarrada (heterogénea) cuando se pretendía decir apretujada; álgido (muy frío) en lugar de cumbre; rebelado confundido con revelado o taxativo con tajante, etc., etc. Frecuentemente es el propio lenguaje oficial el que contribuye de modo directo a la degeneración del idioma, como ha sucedido con la palabra selectividad, hoy ya casi siempre usada incorrectamente en lugar de selección: no cabe decir `examen de selectividad'. El repetido mal uso de una palabra puede llegar a consagrarse con el tiempo: éste es el caso de explotar, que a base de sustituir sistemáticamente a estallar, ha sido finalmente incorporada al diccionario de la Academia con ese significado.

En otras ocasiones, la presión de idiomas extranjeros (o bien un pretencioso esnobismo) ha conseguido la introducción de vocablos para los que ya existía su correcto equivalente castellano. Así ha sucedido, por ejemplo, con el galicismo `masacre' (por matanza); con `mentalizar' (por sensibilizar), palabra que ya en inglés suena casi tan mal como en castellano; con procesar (de to process) que se usa -mal- con el significado de tratar; con muestra (de mostra) que se usa en lugar de exposición (en italiano, muestra se dice campione, de forma que fira campionaria es feria muestrario); con stress (por tensión) y con muchas otras. Este mal uso del idioma lleva, a veces, a situaciones cómicas. No hace demasiado tiempo, un artículo en un semanario que hablaba de la guerra de `usura' (en lugar de desgaste, correcta traducción de usure) motivó la justa réplica de un lector negando la condición de usureros de los contendientes y una ridícula aclaración del autor sobre el pretendido significado de la `usura'. Otras veces, la castellanización literal constituye un auténtico menosprecio al lector: frases como `el tiempo se encargará de falsificar' son misteriosas e incomprensibles si se desconoce la clave que las inspiró (en este caso, la acepción `poner a prueba' de to falsify).

No es fácil arbitrar soluciones inmediatas que detengan este proceso degenerativo, y el modo de expresarse de buena parte de la población escolar y universitaria permite augurar un porvenir sombrío en este aspecto. Pero sí cabe pedir a los medios de información, y de modo especial a los oficiales, un esfuerzo común en defensa del castellano; la pasividad de la Real Academia en este punto rsulta difícil de comprender. Esfuerzo al que, dicho sea de paso, podrían sumarse las editoriales españolas para mejorar la calidad de muchas traducciones. No se piense que el mal uso de un idioma carece de trascendencia práctica inmediata. Siempre hay, ciertamente, problemas más acuciantes. Pero la inexactitud en el manejo del lenguaje podría ser una indicación de que, también, se pierde el rigor en el análisis y resolución de esos problemas. Y, en una situación límite, un lenguaje empobrecido podría llegar a condicionar el modo de pensar, como ya advirtió Orwell en su célebra novela `1984'.