(LAS PROVINCIAS (Valencia), 25-Agosto-1988)
José A. de Azcárraga
Hace exactamente doscientos años que Thomas Robert Malthus se graduó en el Jesus College de Cambridge y recibió las órdenes sagradas. Diez años después apareció anónimamente su Ensayo sobre el Principio de la Población, que obtuvo una notoriedad inmediata. Tras varias ediciones, y con objeto de `evitar las muchas tergiversaciones del texto, realizadas por personas que no parecían haberlo leido', Malthus publicó en 1830 un Resumen destinado `a quienes no tuvieran tiempo de leer la obra completa'. Siglo y medio después, el nombre de Malthus se vincula todavía a ideas y doctrinas que nunca defendió. Hasta el novelista Aldous Huxley, que por ser hermano y nieto de biólogos ilustres no podía ignorar las ideas de Malthus, utiliza en su `Mundo Feliz' la expresión `preparación maltusiana' para referirse al uso de contraconceptiovos, algo que con toda seguridad el reverendo Malthus desaprobó. Y no hace mucho, en la sección de opinión de Las Provincias, se afirmaba con ligereza la `falsedad de las teorías de Malthus y de la superpoblación, ya que todos los habitantes de la Tierra podrían ocupar cómodamente la superficie de Extremadura' (comodidad más que dudosa, pues ello transformaría toda Extremadura en una gigantesca isla de Manhattan con una densidad de población casi diez veces mayor, de unos 150.000 habitantes por kilómetro cuadrado).
No se puede subestimar, y menos ignorar, el problema de la superpoblación. Al margen de la desigual distribución de la riqueza, el desequilibrio entre el crecimiento de la población y el de los recursos es uno de los problemas más graves del mundo contemporáneo. El gran acierto de Malthus fue señalarlo, hace ya dos siglos, en sus dos `leyes': 1) `puede afirmarse que la población, en libre crecimiento, aumenta en progresión geométrica de forma que se duplica cada 25 años' y 2) `los medios de subsistencia ... no pueden crecer más rapidamente que en una progresión aritmética'. Por tanto, si los recursos aumentan más lentamente que la población, ésta no puede crecer libremente, y acabará siendo limitada por factores externos: `la miseria y el vicio son las verdaderas causas del menor crecimiento en los Estados europeos', dice Malthus en su Ensayo. Posteriormente añadió otro posible medio de control: la `contención moral', definida como `la renuncia permanente o temporal al matrimonio ... manteniendo entre tanto una conducta estrictamente ética respecto al sexo'. El propio Malthus contribuyó modestamente al aumento de la población con tres hijos.
Esta descripción del maltusianismo, pese a su carácter simple y fragmentario, muestra lo inadecuado que resulta el sentido que frecuentemente se atribuye al vocablo. Y aunque la `ley' sobre el crecimiento de los recursos haya resultado excesivamente pesimista, Malthus tuvo la visión de señalar el aumento de la población como un problema acuciante. Y es que una población que crece un 3,5 anual se duplica en 20 años, e incluso un modesto 1 duplica la población en 70 años. Y he aquí las sobrecogedoras cifras del avance de la población mundial: 250 millones de habitantes hace dos mil años, 1700 millones en 1900; 2500 en 1950; alrededor de 7000 en el año 2000 y más de 12000 millones en el 2100 (fuentes: OIT, ONU).
La obra de Malthus tuvo, además, gran influencia en otros científicos y pensadores. Charles Darwin y Alfred Russell Wallace, los creadores de la Teoría de la Evolución, reconocen su deuda en términos parecidos. Dice Wallace en Mi Vida (1905): `un día algo atrajo mi atención sobre el Principio de la Población. Medité sobre los controles a los que ésta se halla sometida ... y se me ocurrió que los animales están sujetos a iguales o parecidas influencias. ¿Por qué unos viven y otros mueren? La respuesta fue evidente: sobreviven los mejor adaptados'. Por el contrario, Friedrich Engles -quien en 1844 señaló la falsedad de la segunda `ley'- y Karl Max reaccionaron vehementemente contra las ideas de Malthus. El dogma del marxismo `científico' es antimaltusiano, pero ya es sabido que el marxismo dogmático -quizá por serlo- se halla en reformulación permanente.
Malthus fue, sencillamente, un precursor genial. Aunque dos siglos después algunos de sus párrafos puedan hacer sonreir, y su muy detallado estudio tenga hoy puntos débiles, la amanaza del desequilibrio población/recursos que él señaló sigue en pie. No hay que olvidar que la Tierra tendrá siempre el mismo tamaño (y la propuesta de enviar el exceso de población a otros mundos es tan ingenua como ignorar el problema de la superpoblación). Más aún: hemos llegado ya a un punto en el que falta, además, espacio para los deshechos industriales y humanos. Como ya señaló el Club de Roma en su famoso informe The Limits of Growth, el crecimiento no puede ser ilimitado. Por ello pienso que, si Malthus viviera hoy, estaría de acuerdo con esta reformulación de sus ideas: 1) El crecimiento global de la población debe detenerse en un futuro inmediato y 2) entre tanto, todo plan global de mejora social que aumente la riqueza en una proporción inferior a la del crecimiento de la población está, matemáticamente, condenado al fracaso.